Estábamos aburridas de andar con los ovillos y crochet repartidos por la casa. Siempre hay algo que te interrumpe, apagar el horno, hacer los deberes, el perro, el gato, etc, etc.
Nos costó decidirnos a construir un taller especialmente para esto y sólo pensamos en el espacio de trabajo y de guardar.
Fue entretenido buscar el lugar ideal, sin intervenir tanto los árboles y plantas. Imaginarnos la forma, soñar con cómo sería.
Mi pareja, Ricardo, fue quien construyó finalmente y le quedó perfecta!
Justo lo que necesitábamos, ni más, ni menos.
Nos rodea por la izquierda una higuera, por el frente un peral y un níspero, y por la derecha el limón.
Fue así que nuestro taller es nuestro espacio de horas de trabajo y a la vez, lugar de exposición y venta de nuestros productos.
La ventana siempre es el punto de halagos de parte de los turistas que nos visitan. Los limones que se meten al taller, el olor del azahar y la visita fugaz de algún picaflor.
Así está nuestro taller hoy, cambiando siempre de colores.